Las reinas de belleza que enamoraron a los líderes del narcotráfico - Vanguardia.com.mx

La llamaban "Lolita" y tenía una "cara hermosa, simétrica, de seda, dulce de formas, limpia de maquillaje".

El periodista Francisco Cruz describe así a Dolores Camarena González, la mujer que en 1980 levantó los halagos de la prensa al convertirse en Señorita Chihuahua y ocupar ese mismo año el cuarto lugar en el certamen Miss México.

Expuesta su belleza, "Lolita" atrapó la atención de los hombres. Uno en particular la llenó atenciones, lujos y detalles excéntricos que sólo compra el dinero.

Un día, a la casa de Dolores, llegó un lujoso automóvil último modelo. Un regalo de Armando Olivares Cervantes, un comandante de la Policía Federal que formaba parte de la cúpula del naciente Cártel de Juárez junto con Jesús Meléndez, "Don Chuy", y Gilberto Ontiveros, "El Greñas".

A Olivares, Meléndez y Ontiveros los conocían como "los reyes de la cocaína" y operaban en sociedad con un capo italiano de nombre Giusspe Catania Ponsiglione.

Había comenzado el despegue global del narcotráfico mexicano y Ontiveros era uno de sus hombres más importantes. Con su poder y dinero, conquistó a la joven reina de belleza y la enfiló hacia su trágica historia: la que terminó en 1986 cuando la detuvieron en Estados Unidos, acusada de lavar dinero para el Cártel de Juárez.

"Ex beauty queen arrested. Former Miss Chihuahua money laundering suspect, María Dolores 'Lolita' Camarena was arrested on May 29", informó la prensa estadounidense.

Tras su detención, una corte de El Paso, en Texas, la sentenció  a 200 años de cárcel por las evidencias en su contra: había registro de 58 depósitos en bancos texanos realizados por Dolores Camarena.

Al final, "Lolita" sólo pasó sólo 5 años presa en Estados Unidos y desapareció de la mirada pública.

Su ejemplo, sin embargo, no sirvió de advertencia para otras reinas de belleza que en el transcurso de los años, conforme se expandió el poder del narco, también se involucraron con otros capos.

En Sinaloa hay una popular una frase para referirse a las mujeres bellas. De ellas dicen: "Huele a pólvora", porque todos saben que la belleza es imán que atrae la peligrosa atención de los narcos.

Las reinas de belleza son la prueba del riesgo que corren esas mujeres en algunas regiones del país, y muchas de ellas han pagado caro el amor "deslumbrante" de los narco que las protege, las seduce, las encubra y las lleva de la mano a la tragedia.

Ellas son el capricho que los narcos se cumplen a cualquier costo. Sobre todo en territorios que domina el narcotráfico, como el estado de Sinaloa.

Allí, las anécodotas que mezclan la belleza con el narco han alimentado libros como De carnaval, reinas y narco y El culto a las reinas de Sinaloa, de Arturo Santamaría, investigador de la Universidad Autónoma de Sinaloa. O Miss Narco, del periodistas asesinado Javier Valdés.

Santamaría recuerda que una de las primeras historias de amor narco conocidas en este estado la protagonizó nada menos que Ernesto Fonseca Carillo, "Don Neto", sinaloense de origen y uno de los fundadores del Cártel de Guadalajara con Miguel Ángel Félix Gallardo.

A los 25 años, Fonseca se encaprichó con una joven de nombre Ana Victoria Santanares, una joven de 18 años que había ganado el certamen Nuestra Belleza Sinaloa 1967, y a quien halagaba con regalos como lujosos automóviles.

Santamaría cuenta que su relación la conocían todos en Sinaloa. Al parecer, se casaron y tuvieron dos hijos. Pero la relación apenas duró 4 años porque Santanares "no quiso exponer a sus dos hijos a los riesgos de la delincuencia organizada".

Después se supo que Ana Victoria Santanares se casó con un empresario colombiano de nombre Enrique Turbay, con quien se fue a vivir a Colombia.

En el mismo baúl de las anécdotas, Santamaría encontró también el caso del famoso narcotraficante Manuel Salcido, conocido como "El Cochiloco", quien se encaprichó con una joven de nombre Rosa María Zataráin.

En 1988 aquella muchacha compitió por el trono de la belleza en el Carnaval de Mazatlán, puerto sinaloense de fama en la geografía del narcotráfico, que entonces dominaba "El Cochiloco" como protegido de Miguel Ángel Félix Gallardo.

Deslumbrado por la joven Rosa María, "El Cochiloco" le prometió coronarla reina de belleza del carnaval. "Pero el azar decidió que lo fuera Rebeca Barros de Cima, perteneciente a una familia de la alcurnia", cuenta Santamaría.

Como no pudo cumplir con el sueño de su amada, "El Cochiloco" se tomó revancha. "Mediante varios de sus pistoleros, impuso que la joven dama que él promovía apareciera durante el desfile de los carros alegóricos por delante de la reina de belleza, violentando el ritual monárquico carnavalero", cuenta Santamaría.