OPINIÓN: En violencia y acoso, lamentablemente todas tenemos algo por contar - Cultura Colectiva

Por Ixchel Cisneros Soltero.

Esta última semana me he clavado mucho a pensar qué pasaría si yo hubiera denunciado la violencia de excompañeros, exparejas, exjefes o alguien a quien le realicé una entrevista. El #MeTooMexicano removió en mí muchos recuerdos ocultos y situaciones intencionalmente olvidadas.

En principio, poniéndome en el supuesto de haber denunciado, seguramente les solicitaría a las chicas que llevan las cuentas de #MeTooPeriodistas y #MeTooActivistas que no publicaran mi nombre pues la gran mayoría de quienes me violentaron siguen en posiciones importantes de poder y temería que me cerraran las puertas. Además, es triste pero si me pidieran pruebas, no podría dárselas porque no las tengo.

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No, no tengo pruebas de que un director de un medio un día pasó por mi lugar y me dio un masaje en los hombros y yo me quedé petrificada. Ni tampoco de cuando caminaba con vestido por la redacción y toda una sección de hombres se levantó a aplaudirme y seguirme como lobos. Ni de cuando un excompañero me dijo: "no te conviertas en la puta de la redacción" cuando realmente era a mí a quien mi entonces pareja estaba engañando.

Esos episodios sucedieron y además ocurrieron frente a muchísimas personas que no hicieron nada, que lo vieron quizá como broma, quizá como algo normal, quizá como mis novatadas.

De eso ha pasado tiempo, aun así creo que es momento de enfrentarlo. Es un hecho que no estoy lista para denunciar ni confidencial ni públicamente pero sí estoy interesada en platicarlo, en dialogar y buscar que esta discusión trascienda las redes sociales.

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Primero lo hice con un grupo de amigas, nos juntamos a cenar y tomar unas cheves mientras compartíamos nuestras anécdotas, tristezas y momentos de resurgimiento. Después vino mi pareja, él es un buen hombre, pero eso no lo exenta de darle continuidad a patrones machistas.

Más tarde vinieron mis hijos. Y fue ahí donde me di cuenta que las cosas realmente podían cambiar, pues simplemente no entendían de qué les hablaba, por qué las mujeres serían tratadas así. Ellos han sido educados principalmente por mujeres que les han sembrado la semillita del respeto, de la tolerancia, de la igualdad y de la necesidad de alzar la voz cuando algo no les parece.

Todavía me faltan mis amigos, aquellos excompañeros que aunque se pasaron le lanza conmigo en alguna ocasión, no son un "caso perdido" y estoy esperando que baje la ola de esta discusión que se ha vuelto muy violenta y polarizante para poder explicarles cómo me hicieron sentir cuando me violentaron para ver si así podemos abrir un diálogo y construir puentes.

Agradezco que estemos hablando del tema pues la violencia contra las mujeres ha sucedido desde siempre pero nunca lo habíamos puesto realmente sobre la mesa. Y, ¿qué espero que suceda con este movimiento? Que haya más mujeres y hombres que, como yo y mi círculo cercano, estén hablando, dialogando, diciéndose las cosas realmente como las vivieron y no como siempre nos hicieron creer que deberían ser; que quienes se han atrevido a denunciar tengan la fortaleza suficiente para seguir su camino pues son unas guerreras y ningún señalamiento debería hacerles pensar lo contrario; que dejen de ocupar los espacios de denuncias para publicar revanchas personales; que mis hijos y millones de niños y niñas sean educados diferente, que les enseñemos a pensar en el nosotras y el nosotros y no tanto en el yo.

Y por último, también me gustaría que esos periodistas, activistas y demás agresores lo piensen bien antes de volver a violentar, pues ya nos estamos organizando y ahora sí juntaremos pruebas en su contra. Entre nosotras nos daremos valor para evidenciarlos y denunciarlos pública y jurídicamente.

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